martes, 5 de agosto de 2014

Estela, mi abuela y el helado

En Facebook, puse descorchen tapas de helado, descorchen kilos, armen cucuruchos que hay que festejar. Yo en este instante, al llegar a mi casa, hice aquello que me da felicidad y por eso me pongo a escribir. Desde las cinco de la tarde que no puedo dejar de pensar en la felicidad que siento por la noticia. Siento culpa por apropiármela, pero la siento propia. Siento que en la felicidad de esa abuela y de ese nieto, está la suya y la de todos y todas los que alguna vez abrazamos a nuestras abuelas o abuelos. Los que pensamos que Estela merecía, como todas pero en especial ella, abrazar a su nieto antes de morir. Acá hago un parate, Estela por favor, abrazalo pero posponé tu muerte. Mis ojos se llenaron de lagrimas al enterarme, iba en un taxi y comencé a mandarle mensajes a mis amigos. A dos que trabajaron, dieron su tiempo y militaron en ese organismo. Pensé, que también, era su éxito, su felicidad. Entré a análisis como cada martes. Sesión fuerte, me subí a otro taxi cuando salí para ir corriendo a mi casa a ver la televisión y todos los mensajes que ponían en las redes sociales, diarios y demás. Mis lagrimas se exponían sin pedir permiso. No me importaba nada más que ver esa novedad. Incluso olvidé el cumple de mi sobrino por lo cual salí de mi casa, nuevamente corriendo para subirme a otro taxi e ir a festejar con él. Quería solamente bailar, festejar como si Argentina hubiese ganado el mundial. Incluso más. Bailar, bailar con una copa de whisky en la mano, con lo que cada uno quiera brindar porque existía un abrazo más en el mundo que no era cualquiera. Un abrazo que una abuela esperaba y que ese chico, seguro, nunca imaginó o por lo menos lo hizo por un tiempo, que iba a tener.
Recordé que el helado es parte de mi vida desde que iba los jueves a lo de mis abuelos. Que ese día comía sandwich de miga de jamón y lechuga (aún mis favoritos y odiados por la mayoria), que veíamos Alf y que abrazaba a mis abuelos. Pensé en ella, en mi abuela, más que en mi abuelo, pensé en los helados que este adulto no comió con Estela, pensé que no me importaba si les gustaba el helado pero que lo merecían, merecían ir, pedir un cuchurucha y que el nieto se ensuciara, que la abuela lo limpiara y que le coma un poco de helado para que no derrame más. Eso hacía mi abuela. Pensé en la fuerza, pensé en la búsqueda, pensé en los horizontes, sentí culpa por sentirme cansado en este año. Pensé quién soy yo para cansarme cuando esa persona que se sentó frente a cada caso esperando que fuera el suyo, nunca dejó de luchar. Pensé en mi abuela de nuevo, comí helado de nuevo. Corrí a mi computadora porque no puedo dejar de expresar lo que pienso y siento, sin releer. Escribí esto, comí helado solo por Estela o tal vez por mi abuela, Emily- mamina como le decíamos-, que me cantaba canciones en ladino. Pensé que ojalá a Estela le den las cuerdas vocales para cantarle a su nieto. Pensé en la justicia y en la injusticia. Concluí que el mundo es un lugar más lindo, hoy. Que dentro de tanta basura que corre en distintas partes del mundo, hay un adulto que supongo que correrá como un niño a los brazos de su abuela.
Pensé...que felicidad descorchar una tapa de un cuarto de Las Grutas, mi nueva heladería de cabecera, por una noticia así. Felicidad....en la semana de mi cumple, un helado por esta causa....felicidad...

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