miércoles, 31 de julio de 2013

Mi pequeña guerra contra la infancia



Me llevan en auto. Me cuentan que el fin de semana, en una reunión grupal, recordaron mi blog porque una habitante de Colegiales come helado en Lado B y yo había escrito algo sobre esa cadena. Me cuentan que una de las comensales, llamémosla “M”, eligió pedir crema americana y vainilla. Me rio pero no explicó los motivos. Solo critico esos gustos.

Me bajo del auto, decido tomar un helado porque estaba cerca de Persicco. Tengo muchos motivos para escribir. No decido cuál es el correcto entre todos. Todos son válidos. No tengo que decidir, pienso. No se que haría Luis-mi analista-, en este caso, ya lo sabré cuando se ejecute el plan de “la venganza de la conciencia”, sobre el cual alguna vez escribiré.

Compro el helado. Decido los gustos. Dulce de leche granizado y frutilla ídem. Mucha decisión, pienso. Decido agarrar el teléfono y escribir. Acá si tuve que elegir pues iba a caminar pero como quería hacer la crónica, me tomé el colectivo. Subo me peleo con el conductor porque no esperó a una persona discapacitada. Me siento porque el papanata me importa menos que escribir.

Pude elegir sabores. Claro que no elegí americana y mucho menos vainilla. Recuerdo a “M” y decididamente seria una discusión fuerte o robusta la que mantendría si delante mio pidiera esos gustos. Mi primer pregunta seria: “M”, resolviste el dolor de pasar de la etapa de la infancia? Me río solo!

“Claro”, que hay miles de preguntas que son necesarias responder y analizar: Qué, cómo, por qué, y cuándo. Seguro que la anterior es una de las más importantes, así como es necesario superar la idea de que los padres-masculino- son los mejores asadores. Escuché a muchas mujeres repetir eso. El Edipo y la porteñidad.

Pienso, entonces, que hay tantísimas preguntas importantes que responder. Para eso, voy al Gran Luisito. Sin embargo, la que se me ocurre ahora y que no entiendo, es cómo un heladero acepta enviar crema y vainilla sin antes preguntar si hay un infante entre los comensales. Me rio solo en el colectivo, veo que mi enemigo conductor me mira por el espejo, enojado.

Quisiera conocer a “M” y decirle que no pida más esos gustos, que en análisis se supera el temor al crecimiento y los cierres de las etapas, quisiera invitar a cada una de ellas con un helado de dulce de leche o sambayón. La adultez tiene sus costos. El heladero- como el analista- también son responsables de hacernos un empujoncito e invitarnos a crecer. Heladero, haga los suyo, por favor, cuando una persona adulta pida esos gustos.

A la noche tomo tragos con Mariano, le comentó mi idea sobre los gustos y la infancia. Me recuerda que si bien está intentando probar otros gustos en Jauja e innovar, siempre que quiere disfrutar mucho del helado- o de la infancia le dije yo- pide chocolate y americana. Recuerdo que lo pide hace 31 años.