jueves, 21 de marzo de 2013

Heladería Florencia y mis contradicciones

 Me levantó, me duele el pié, puteo por tener un esguince sin hacer deporte, un esguince que de alguna manera está reflejando mi locura, mi ansiedad. Ansío que sean las 6 de la tarde para ir a análisis. Temo confundir el horario nuevamente, el martes una hora tarde, cara de nada cuando me doy cuenta, me pregunto, qué me pasó, me pregunto. Nuevo horario. El día de análisis, el nuevo día, me levanto de mal humor, no quiero ir a trabajar, pienso que lo único que quiero en el día es ser catador de helados, ni abogado, ni aplicante de doctorado, ni compañero de trabajo, ni jefe, quiero comer helado y caminar por la calle, mirando a mis alrededores. Pienso en mis contradicciones, pienso que ayer comenté que nunca quiero comer galletitas, que no es una tentación para mí, bajo al kiosko y me compro unas sonrisas.
Llega el horario del almuerzo, dejo que todos se vayan a comer y vuelvan. Salgo a caminar, a buscar sandiwhitos de miga, no consigo o, sinceramente, ni busco. Me siento en el bar el británico en silencio, solo, pido un árabe de jamón y queso y un café doble. Miro por la ventana, melancólico, neurótico, veo la heladería que siempre encuentro cerrada con las persianas altas, pienso que no debería porque el almuerzo había sido abundante y no tenía espacio para el helado. Nuevamente, cruzo la calle y compro. Otra contradicción más. Pido un vaso chico, me corrijo, pido uno mediano. Pido dulce de leche granizado, pido probar ricota con miel, le digo al vendedor entrado en años que es rico, me contesta que sí (me divierte su respuesta, me rio por dentro), pido frutilla al agua. Me voy caminando, pruebo la fruta y me digo, que quien me había recomendado esa heladería estuvo oportuno, sigo caminando por la calle y sigo con el dulce de leche granizado. Pienso que es un manjar. Pienso en que voy a extrañar el dulce de leche. Sigo caminando por la calle y tiro la cuchara, cosa que nunca hago, me obligo a comer el vaso, cosa que nunca hago, porque el vaso tenía casi todo el dulce servido. Como todo el helado, vuelvo al trabajo de mejor humor. Veo gente que vale la pena laburando contenta, me pongo contento. El día mejora. Yo sigo queriendo ser heladero.

Contacto: Heladería Florencia, Esquina de Parque Lezama

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