jueves, 10 de noviembre de 2011

Esto no es helado pero el día lo merece


Una excepción. Sí, hablaré de algo llamado helado pero debería ser agua con gusto y colorante. La excusa, Santi!

Ya mencioné que solía ser fanático de River. Iba a la cancha cotidianamente, los miércoles, los domingos, de local, de visitante. Mi compañero era Cotto. Sin duda que mi adolescencia está marcada por esa amistad. Dos o tres veces por semana comíamos juntos, charlábamos, yo dormía en su casa porque quedaba cerca de la cancha y tomábamos helado en el Piave o Freddo.

En la cancha, cuando el calor asediaba, buscábamos sin parar al heladero, al que vendía coca, a todos. En invierno era el cafecito. El heladero vendía un palito de agua de frutilla o limón. El famoso Torpedo. Domingo de verano, remera en la mano, el helado se imponía. Dos cada uno, casi siempre. Era un sentimiento de felicidad. Frescor como pocas cosas. Usualmente la mano quedaba del color del helado, su agua caía sin preguntar ni pedir permiso. Era un símbolo de la cancha, era una rutina de amigos.

Con los años fuimos adecuando nuestra amistad al paso del tiempo. Ya no voy más a la cancha. Cuando River se fue a la B, el se castigó en soledad con dos hamburguesas de 4 pisos en Mc Donald, cuenta la historia oficial. Los jueves cenamos juntos en una parrilla, a veces suspendemos pero cuando se hace comemos en Los Nietos, comemos mucho, tomamos vino y sigue todo como cuando chicos. Linda cena con Agus y Misa.

Hoy nació Santiago, un nuevo sobri, mi amigo fue padre y flor, amiga, fue madre. Seguro que el niño tendrá un conflicto: River como el padre, Cuervo como la madre y abuelos.

Mañana visita al Otamendi. Mucha emoción. Un niño más entre mis amigos. Martín y Flor, felices.

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