lunes, 28 de marzo de 2016

Del ingreso a nuevos grupos, de la felicidad, la naturaleza y por sobre todo el HELADO

El viernes, luego del ejercicio de la memoria colectiva, me tomé el micro hacia San Carlos, Santa Fé, donde estaba un nuevo grupo de pertenencia, un viejo grupo para ellos y ellas, que se conocen desde la adolescencia, que se conocen de memoria, que se quieren como a esos amigos/as que recorrieron la vida juntos.
Llegué a ese pueblo del que mucho me hablaron. Me esperaba G en la plaza típica de pueblito, con su iglesia, su banco, la municipalidad y un bar en la esquina. 
De ahí, luego de hacer los mandados, llegamos al campo. Ese campo, del que también mucho escuché. Ahí estaba ese nuevo grupo para mi- debo confesar que fui con poquito de temor por sentirme vergonzoso antes ese nuevo escenario social-. Desde ese mismo instante me sentí uno más. compartiendo entre todas y todos, comidas, bebidas, charlas, caminatas, juegos y demás cosas.
Hicimos asado, guiso de lentejas al disco, sandwiches y demás, pero todo lo importante, para este blog, llegó cuando la segunda noche, fuimos al al clú argentino a comer y de ahí a la también famosa y tantas veces nombrada Heladería Victoria. 
En ese grupo del que les hablo, por suerte haty fanáticos como yo del helado, entonces, no me sentí pesado en proponer una parada obligatoria en ese local.
Llegamos, cada uno pide y paga a una de las tantas mujeres que atienden el local. Nunca vi tantas empleadas en un misma heladería. Pedí un cuarto y la señora muy amable me iba dando de probar. Pregunto que es chocolate en rama. Me dice, chocolate blanco en rama con pedacitos de chocolate en rama negro. Casi muero de la emoción y felicidad.
Pedí dulce de leche granizado como corresponde, el manjar blanco antes mencionado y el gusto recomendado por la señora. Le dije, lo que ud. quiera. Me llevo hacia la nueva heladera donde estaban expuestos los nuevos gustos. ahí me sirvió torta de manzana. Yo descreído acepté. Pero a veces- no siempre, eh- los prejuicios juegan mala pasada. Exquisito.
De ahí a balconear a la vereda, cada uno con su helado. Todos/as generosamente me daban de probar sus gustos. Los chocolates exquisitos. Lo peorcito- por unanimidad- el DD.
Hermoso finde donde no sólo descansé de la ciudad, donde vi infinitos verdes y animales que se encontraban masivamente en celo sino donde me encontré en paz y felicidad por conocer, más aún, con un nuevo grupo de pertenencia.
Hasta el próximo helado, San Carlos. 
Algunas de las tantas fotos, aquí.






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