Hace un mes que no escribo en el
blog. No es un mes sin helado sino un mes sin escritura. Han pasado muchas
cosas, muchos manjares, conocidos y desconocidos. Comí reirteradas veces La
Nonna Bianca en el trabajo, Freddo por donde quiera que ande y Persicco cuando
pasaba por algún local.

El domingo salí con L a caminar
por el barrio en busca del local que, vuelve loco a todos, Farmacity (uno entra
a comprar algo y sale con dulces-uno entra con dolor de muela a comprar un
calmante y sale con una golosina, ridículamente capitalista). Crucé la calle y
fui a una heladería que solíamos ir mucho. Venezia (San Martín y Gaona) pero
que dejamos de concurrir porque el heladero sistemáticamente me maltrataba y no
era tan bueno como para pasar por esa situación. Pedimos un cuarto: dulce de
leche granizado, chocolate blanco y frutilla a la crema. El recuerdo era peor
el que gusto actual. A mi me gustó, a L no tanto. Por surte me lo comí casi
entero. El dulce de leche era el mejor de los tres. Recomendable para los del
barrio.
Martes de esta semana. Cena en lo de Miri y Fer. 10 cuadras de casa
por Honorio Pueyrredón. En el medio, a cinco, descubro que la heladería
Berna-una histórica barata del barrio- no se llama más así sino Imperial. Entro
para comprar y probar. Me atiende un flaco y le pregunto si cambiaron de dueño,
me contesta que sí, “nos lo quedamos
nosotros”. Me sincero y le pregunto quién es nosotros. Me contesta, los
empleados. En ese mismo instante decidí que sea lo que sea lo voy a calificar
bien. Medio kilo de dulce de leche granizado, mascarpone y chocolate blanco. Todos
correctos. Muy barato, lo que lo hace más correcto. El dulce de lecha
granizado, un poco dulce, sensación de arenoso, como eso que es dulce sin
necesidad. Pero recomendable.