miércoles, 19 de octubre de 2011

el Helado y la Secundaria



Desde los 14 años hasta los 18 un gran amigo dormía en mi casa porque salíamos por capital y él vivía en San Isidro. Era el ídolo de mis viejos porque al otro día se despertaba muy temprano, salía solo dado que tenía llaves y se iba en el colectivo hasta su casa. Un viaje de dos horas más o menos.

La cama de los sábados estaba preparada. Era un clásico feliz. Conversábamos sobre amores adolescentes, escuchábamos música y fanáticamente jugábamos a lo que era el juego del momento: PC futbol. Luego salíamos a bailar a la Matiné y luego a tomar algo. Cuando la noche estaba por terminar y las 11 de la noche nos encontraba en la calle, íbamos a un teléfono público y marcábamos de memoria el teléfono de Freddo. Había que hacerlo antes de las 12 porque sino la moto se convertía en calabaza y nos quedábamos sin helado para seguir jugando y charlando. Así, pedíamos helado. Nos tomábamos un taxi y llegábamos para esperar al repartidor. Todos los sábados, todos, era la rutina.

Este amigo, Ari, se casa. Como viaje de despedida de solteros nos fuimos con otros amigos a Mendoza por una semana. Alquilamos una quinta, comimos asado hasta el hartazgo (cuenta la historia que al tercer día cuatro varones carnívoros comieron verduritas a la parilla).

Una semana de relax en el medio de la locura laboral. Felicidad adolescente: charlas con eze antes de dormir, un balde de agua al que se casa, no dejar dormir por la luz prendida, canciones inventadas cual niños, unas termas, unos masajes, una quinta perfecta, charlas de política, de fútbol y por sobre todo una pelota que rebotaba continuamente. Fútbol tenis, a que no se caiga, etc. Todo con la pelota. No se puede dejar de mencionar una tarde “palmeril” en la que charlé sin parar y sin poder sacar la sonrisa de la cara con el proto casado.

Una noche nos fuimos al centro de Mendoza. Una cerveza que no duró más de 1 hora y volvimos a la quinta. Nuestro lugar. Antes pasamos por una heladería que parece ser famosa por esas tierras: Feruccio Sopelsa.


Entramos pedimos helado. Yo pedí un cuarto. Tres gustos, luego de mirar toda la oferta. Adelanto el final, no lo pude terminar. Eso da un indicio de cuánto no me gustó.

Pedí dulce de leche granizado, vainillas al malbec y maracuyá.

El dulce granizado, malísimo. Pura crema sin gusto, las vainillas al malbec no merecían ser vendidas en la tierra del vino y el maracuyá, poca pasión.

Sinceramente, lo único que me queda de esta heladería es el recuerdo de mi grupo de amigos de la adolescencia y la historia del helado antes que se convierta en calabaza.

En esta oportunidad no calificó la heladería. No tenía ganas de registrar el sabor amargo de ese local. Quería recordar mi adolescencia, mi secundaria y mi grupo de amigos de ahí.

Contacto: http://www.fsoppelsa.com.ar/

2 comentarios: