Dicen que las primeras veces quedan para la eternidad, la primera
vez que uno da un beso, la primera vez que hace el amor, la primera vez que uno
sufre y llora como si el mundo terminara porque él o ella decidieron que se
había terminado, la primera vez que te ponen un yeso, la primera vez en que
apretas enviar el mail con el primer texto que escribiste y la primera vez que
te expones de esa forma. Primeras veces hay muchas. Dicen, también, que la
primera vez que tenes a un hija/o en tu mano, no podes comprender nada del
mundo, porque todo es extraño al mismo tiempo que propio. Esto último, supongo,
quedará por descubrir. Hoy contaré, como suponen, mi primera vez con la maquina
de helados. Mis primeros helados caseros.
Muchas de las personas que leen el blog,
saben que el viernes me compré la maquina de helados. Asumo que saben porque me
leyeron ansioso, queriéndola recibir, ansioso por irme a mi casa a probarla. El
detrás de escena es este.
Hace dos meses decidí que me iba a comprar
la maquina de helados. Esperaba el aguinaldo. El viernes tenia que terminar de
escribir algo del trabajo. Cuando puse enter, enviar, llegó el momento de
ocuparme de mi promesa. De mi regalo de trabajador, con la mitad del sueldo que
llega dos veces al año. Llamé a la empresa que los vende. Quise combinar el
horario para ir luego del trabajo. No podían. Subí la apuesta y le dije: llegas
a enviarmelo a mi trabajo antes de las 3 pm. Me dice: de 2 a 2.30 lo tenes ahí.
Desde ese instante, no pude volver a concentrarme en nada. Cada persona que me
cruzaba, con la que hablo- no son muchas en mi nueva etapa del silencio- sabía
de mi espera. Fui veinte veces a ver si había llegado. A las 2.15 pm, me
desatiendo del asunto por unos minutos y mi amigo Mariano V, me dice:
"escuché Sr. Damián". Le digo: "no seas gil, no juegues con mis
sentimientos". Pero no, no estaba jugando, apareció el Enviado. De ahí a
esperar que terminé el día. La espera incluyó mails a amigas y amigos,
contándole la nueva nueva. Estos mail incluyeron pedidos de recetas. Me tomé un
taxi y llegué a casa, la miré, la leí, y me encuentro con que hay que esperar
12 horas. El juego comenzaría al otro día.
Sábado 12 pm. Me levantó, no podía parar de pensar en el asunto.
No podía dejar de pensar en la receta que me había pasado Roxana. Fuimos a
desayunar con Gabriela, para luego salir de compras de insumos. Antes de pedir,
me paré como si hubiera una amenaza de bomba, pensando que la chocolatería
buena de la zona cerraba. Llegué corriendo. Cerraba a las 7 pm. Volví en paz.
Compramos los insumos en el supermercado. Instalamos la maquina.
La leímos. Yo hacía que leía o leía en diagonal. Estaba muy ansioso. Dicen las
malas lenguas (vendría a ser la de G) que tuve una regresión. Me senté en una
mesa, en silencio, con puchero, hablando solo con los codos apoyados en la mesa
y las manos sujetándome. En un momento no me salía lo que decía la receta, no
entendía cómo iba sin huevo, si todos los libros y páginas, indicaban lo contrario.
Confirmada, la genial receta sin huevo, comenzó la aventura.
En el próximo post, las recetas y fotos de MI PRIMER HELADO.