Villa Crespo, es sin duda, un
espacio en crecimiento. Sus lugares van cambiando al ritmo de la maduración.
Las plazas se vuelven más lindas, los bares se transforman. Restorancitos que
se convierten en espacios especiales. Bares de tapas y vermú de los cuales uno
se vuelve seguidor, puristas y new
Yorker, otros. Otros que se quedan viejos, que tienen ese gusto a la nostalgia. Que ponen fotos de sus familias en la paredes. Yo paso por todas
estas transformaciones. Ayer, luego de una tarde de amistad 1001 con Fede
(algún día hablaré del significado que tiene ese número en mi vida), un té, un
campari, charla profunda, tonta y revisionista sobre los recorridos, me fui a
buscar a Laura que salía de análisis (como me gusta que la gente haga terapia).
El destino era un lugar muy chiquito que queda en Castillo 50, en la república
de Villa Crespo. Lugar donde suponíamos vendían comida cubana. Nos sentamos y
vemos la carta. Comida de todos los pueblos dicta en letras verdes. De India,
Marruecos, Brasil, Cubana, Venezuela, Irlanda, etc. Su dueña, según las paredes
que cuelgan diarios, es antropóloga y chef. Representa la cultura de los
pueblos y sus sabores. Comimos muy bien, cansados partimos a una heladería del
barrio. La Flor de Almagro. Ninguno de los dos la recordábamos muy buena pero
yo quería probarla.
Es un espacio quedado en el
tiempo, sus maderas que recubren las sillas y el mostrador. Una foto de la
vieja familia que en blanco y negro construía su heladería. Los vecinos eran
habitúes y charlaban sobre los primos del heladero. Pedimos un cuarto para
compartir: dulce de leche granizado, chocolate blanco y sambayón italiano. Al
mismo tiempo, escucho que el heladero cuenta que hizo un gusto que para el era
espectacular. Alfajor: dulce de leche con alfajor Havana. Le pido de probarlo
porque sabía que el cuarto ya estaba listo. Una pena, pienso. Al probarlo, no
lo pienso, lo siento en el alma. El mejor gusto de alfajor que alguna vez
probé. Impresionante. Tiré indirectas para ver si me ponía un poco en mi
cuarto. Algo así como: “que bajón que ya me lo sirvieron, hubiese pedido esto”.
Pero nada
El dulce de leche granizado
estaba hecho ayer, según me dijo, y era increíblemente rico. Un sabor típico de
heladerías viejas. Amargo y con chocolate granizado.
El sambayon, la especialista dijo
que muy bueno. Yo lo comí pero no me pareció nada de otro mundo. El chocolate
blanco, grandioso. Se notaba que se trataba de eso y lo demostraba con sus
pedacitos crocantes.
Nos vamos, mañana será otro día.
Taxi a casa. Felices.
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