Toda mi vida detesté el día del padre. En verdad no sé si toda mi vida o los últimos largos tiempos. Más allá del margen temporal, lapso o retrospectiva, no me gusta este día. Me imagino que un día un personaje extraño se levantó y dijo hay que hacer un día del padre y así pasó. Es un día que encima en algunos casos lástima, por ausencias, por peleas, por encuentros que no se quieren. Imagino a quienes quieren ser padres y no pueden, soñando con festejar; a quienes sus padres no los acompañan, pensando en los festejos y a otros, dividiéndose y terminando el domingo agotados. Imagino todo eso.
Pero ya que estamos, hablo del helado y el padre. Ya que estamos.
Todos los miércoles jugaba River o veía Poliladrón (eran excluyentes porque por esos tiempos Canal 13 tenía ambas cosas en su monopolio). En el mismo momento en que me ponía a ver el partido (vale destacar que River jugaba de visitante porque sino hubiese estado en la cancha) o una hora antes, para ser más precisos, llamaba a Freddo y pedía helado. Previamente, intentaba convencer a alguien de mi familia, especialmente a mi padre para pedir helado. Si lo lograba, lo pagaba el sino lo encaraba yo con los vueltos que nunca devolvía. Siempre pedía lo mismo, Chocolate amargo y limón. Nunca le pregunté pero no sé si de adulto eligió esos sabores o si siempre fue un adulto en materia heladeril.
Cuando nadie quería yo pedía medio kilo y me lo comía solo. Por esos tiempos, la juventud me permitía ese gusto. Actualmente, si pido medio kilo para mi solo, repito los gustos en ambos cuartos solo para no tentarme con probar los que no estaban en el primero que comí.
Otra historias de padres e hijos. Cuando el blog comenzó, hace dos años, el primer lugar al que fui en busca fue Scannapieco. Aquella que quedaba sobre la Avenida Córdoba y en la cuál te daban cucharitas de madera. Era una lindo local con mucha madera en las paredes, mostrador, bancos antigüos. En fin una heladería típica.
Di vueltas pero no la encontraba, hasta que le pregunté a una empleada de un local que yo creía lindante, si sabía que había pasado. Me contestó que hace seis meses que se habían ido y que yacía una placa en "esa" pared donde indicaba que ahí mismo había funcionado la mentada heladería. Pucha, dije, llegué tarde.
Hace dos semanas me enteré que abrieron en Palermo. Sobre Niceto Vega y Dorrego. Hace tres días fui. Compré medio kilo, dividido en 6 gustos distintos para probar. Le pregunté al cajero si eran los mismos dueños, a lo que me contestó que eran los hijos que seguían con la empresa del padre.
Al entrar a la página se puede comprobar. Indica que son los sucesores de Emilio Scannapieco.
Jodido, nombrarse así. Cuánto peso! En fín....el diván es la solución. Hoy, en el día del padre, los imagino brindando con cucuruchos
Sobre los gustos, pedí: dulce de leche granizado, otro con granitos de café bañados en chocolate, pera, crema armenia, chocolate blanco y Pistacho (un gusto que se impuso en los últimos meses).
Ninguno me rompió la cabeza. La pera estaba cristalizada y los demás no eran gran cosa. El pistacho y el dulce de leche con café, tal vez los mejores. El chocolate blanco el peor.
Bueno, en fin dejo la computadora y me voy a bañar porque el día del padre comienza.
Contacto: http://www.heladosscannapieco.com.ar/