Hace un mes que no escribo en el
blog. No es un mes sin helado sino un mes sin escritura. Han pasado muchas
cosas, muchos manjares, conocidos y desconocidos. Comí reirteradas veces La
Nonna Bianca en el trabajo, Freddo por donde quiera que ande y Persicco cuando
pasaba por algún local.
La semana pasada, un amigo me
dijo que estaba melancólico. Rasgo que creo que me caracteriza, no nostálgico
sino melancólico. Ver el pasado y recordar, reír o incluso llorar. Mi sobrino
mayor, que tiene 20 años, se acercó a mi nuevo trabajo. El objetivo: que se
entrevistará con una compañera que estudio sociología para analizarla como
posible carrera que sustituya la presente-arquitectura-. Luego, nos fuimos a
almorzar. Charlamos de todo, de lo difícil que es decidir una carrera, de lo
complicado que es no ganar un sueldo pero la importancia de estudiar si es que
le gusta. Ese adulto alguna vez fue mi primer sobrino. Hace 20 años. Cuando íbamos a almorzar detecté una heladería
que no conocía frente al parque Lezama. Su nombre Florencia. Suponía que estaba
cerrada por el horario. Decidí que en la semana volvería. A los pocos días fui.
El jueves de la semana pasada. Para ir me desvié 5 cuadras de mi recorrido al
colectivo. Estaba cerrada nuevamente. Caminé 8 hasta otro colectivo que me
acercara a mi casa. Decidí bajar en un lugar para tomarme otro transporte, no
sin antes caminar suponiendo que por la avenida José María Moreno y Asamblea
debía haber un local. Caminé 10 cuadras y nada. De pronto recuerdo que había un
Faricci cerca. Fui y elegí un vaso mediano. Cometí un error garrafal, un error
de principiante. Pedir Dulce de Leche con Dulce de leche natural y bombones. Es
un gusto que no puede ser comido sino se quiere morir de hipoglucemia. Chocolate
blanco era su compañero. Ambos dulces a más no poder. Ambos hicieron que me empalague
como nunca antes. Un vaso mediando de 18 pesos que no merecía ser comido.
El domingo salí con L a caminar
por el barrio en busca del local que, vuelve loco a todos, Farmacity (uno entra
a comprar algo y sale con dulces-uno entra con dolor de muela a comprar un
calmante y sale con una golosina, ridículamente capitalista). Crucé la calle y
fui a una heladería que solíamos ir mucho. Venezia (San Martín y Gaona) pero
que dejamos de concurrir porque el heladero sistemáticamente me maltrataba y no
era tan bueno como para pasar por esa situación. Pedimos un cuarto: dulce de
leche granizado, chocolate blanco y frutilla a la crema. El recuerdo era peor
el que gusto actual. A mi me gustó, a L no tanto. Por surte me lo comí casi
entero. El dulce de leche era el mejor de los tres. Recomendable para los del
barrio.
Martes de esta semana. Cena en lo de Miri y Fer. 10 cuadras de casa
por Honorio Pueyrredón. En el medio, a cinco, descubro que la heladería
Berna-una histórica barata del barrio- no se llama más así sino Imperial. Entro
para comprar y probar. Me atiende un flaco y le pregunto si cambiaron de dueño,
me contesta que sí, “nos lo quedamos
nosotros”. Me sincero y le pregunto quién es nosotros. Me contesta, los
empleados. En ese mismo instante decidí que sea lo que sea lo voy a calificar
bien. Medio kilo de dulce de leche granizado, mascarpone y chocolate blanco. Todos
correctos. Muy barato, lo que lo hace más correcto. El dulce de lecha
granizado, un poco dulce, sensación de arenoso, como eso que es dulce sin
necesidad. Pero recomendable.