viernes, 24 de junio de 2011

Villa Crespo: Ice Cream Wanted


“Villa Crespo, Ve Corta I Ele Ele A, Crespo” (Salgan al Sol, Rock and Pop)

Tener televisión ayuda. De eso no me caben dudas. Ordena. Si tenes algún programa que te gusta, sabes a qué hora comer y a qué hora terminar. Ayuda a distraerte de la cotidianeidad. Ordena.

Nosotros, no tenemos televisión. Será porque nos gusta ser desordenados, porque no nos gusta verla o porque nos gusta tanto que hay que atarse las manos al mástil para no sucumbir en el canto de la pantalla y sumergirnos. El asunto es que no tenemos, por ahora, sin embargo, su inexistencia ayuda a pensar en otras formas de diversión, una de ellas es la compañía casi constante de la radio.

Los sábados, luego de Cheque en Blanco- uno de mis programas preferidos. Escuchábamos Salgan al Sol, el programa que tenía Ernestina País en la R&P. Cuando terminaba ponían un audio que decía: Villa Crespo, Ve Corta I Ele Ele A Crespo”.

Cuando me preguntan donde vivo, en qué barrio, me da ganas de contestar eso. Pero le tengo miedo a la reacción y al ridículo, entonces, contesto simplemente: Villa Crespo. Dos cuadras del Cid Campeador.

Hoy, antes de partir a una nueva despedida de soltero, me tenté con un helado.
Entré en la heladería que está en San Martín y Honorio Pueyrredón: su nombre Venezia.

Me compré un cuarto de helado: dulce granizado, crema de higos con nuez y chocolate blanco con pedacitos de chocolate blanco. Salí caminé, tomaba con frío. No me daba cuenta que estaba comiendo, no miraba el pote, simplemente comía mientras caminaba. No diferenciaba cuándo comía cada gusto. Comí helado, simplemente helado. No rico, nada, crema helada.

Vuelvo a Villa Crespo, me encanta este barrio. Hay pocas cosas que me gustan más que tener una buena heladería barrial a dos o tres cuadras de mi casa. Me permite salir a la noche a buscarlo-cual vuelta al perro-, pedir y no esperar mil horas y comer helado barato habitualmente.

Sin embargo, sigo esperando encontrar una. Hace tres años que comenzó está búsqueda. Por lo tanto, si alguien, conoce una heladería de esta zona de Villa Crespo, por favor mande el dato.

martes, 21 de junio de 2011

La Heladocracia


Hace un par de años en la casa de LR, amiga de la casa, ante la presencia de 14 personas- más o menos-, todos en menor o mayor medida comprometidos con alguna idea democracia, el grupo inventó un sistema colectivo de elección de helados, lo que acá llamamos la “Heladocracia”.

En su momento funcionó, no solo porque nos hizo reír muchísimo mientras lo utilizábamos sino por sus consecuencias heladas. El sábado en la casa de B este sistema que explicaré a continuación se volvió a aplicar para pedir helado de Volta.

El asunto consiste en lo siguiente: cada persona presente debe elegir dos gustos de helados y decirlo a viva voz. Esos gustos son anotados por el/la escribiente designada. Posteriormente, cada participante tiene un voto negativo sobre los gustos elegidos. Luego, los resultados finales son leídos y pase lo que pase, nos atajamos a ellos.

El sábado comenzó la ronda de helados, ante un posible resultado negativo- dos dulces de leches casi iguales-, alguien gritó- porque en ese momento hay que gritar para ser escuchado-: “no, si sale eso, cambiemos” otro/a contestó con indignación: “estamos en democracia, los resultados no se pueden elegir, cada uno participó y listo. Lo que sale, es el resultado de la elección y eso tenemos que pedir”. Yo pensé en contar lo de Ulises y las precondiciones de la democracia pero en ese momento me di cuenta de lo aburrido que me iba a volver.

En otro momento se escuchó: “no, Lucila- la escriba-, no podes incidir en el voto popular”, “es verdad, no digas que impugnar”, “esooo”, grito el pueblo. Lucila se tuvo que llamar al silencio aunque intentó por todos los medios- Barbie le pedía que hablará con señas- comunicar los resultados parciales.

En el momento de la impugnación, Laura, tuvo una iluminación, si todos/as impugnábamos dos de los gustos más votados pero al mismo tiempo controversiales- Bananita Volta y Súper Sambayón- quedaba libre de votos negativos el maracuyá- que tenía dos votos. Hizo lo suyo y sacó de carrera ese gusto que podría ser elegido personalmente pero no grupalmente.

Entonces, el resultados fue: un kilo de dulce de leche, dulce de leche granizado y un gusto “palermitano” elegido entre otros por Nico quién le había atribuido al Maracuyá ese adjetivo: American cookies- algo así como una tramontana concheta.

No todos/as estábamos contentos/as con el resultado pero todos nos sentíamos parte de él. Habíamos tenido la misma capacidad de influir, participamos en el proceso de formación de las reglas de juego-perfeccionadas constantemente por Haimo, el inteligente del grupo-. En consecuencia, la legitimidad de la decisión era inobjetable.

En este contexto, presento mi sensación del helado de Volta.

Sinceramente, me parece horrible. El dulce de leche es igual al que se come en los bodegones- que en ese escenario se acepta placenteramente-. Es empalagoso, cremoso. El American Cookies, es un típico helado de USA, como en los ´90. Totalmente artificial.


Me serví un tasa de té, llena de helado, y no logré terminarlo. Lo dejé por la mitas. Una herejía para mi religión.

Igual, ese día volví feliz, riéndome con Lau de lo que había surgido en esa noche. Como, más allá de haber camporistas, socialistas, Kirchenistas no camporistas, gente de centro, una trabajadora del ARI, habíamos podido llegar a un sistema perfeccionado y aún perfectible de elección de helados. GRACIAS!

jueves, 16 de junio de 2011

Melona y los notables del barrio


Este post es un tanto polémico dado que no considero a los helados de palito dignos de llamarse helados, salvo para el famoso “en caso de urgencia rompa el vidrio”.

Hace tres años por esas cosas de la amistad, vivo con Lau en lo que ahora es sin duda nuestro Barrio: Villa Crespo. Luego nos mudamos, y nuevamente por esas cosas de las inmobiliarias vivimos en la casa nueva pero en el mismo barrio.

Mi barrio, como todos tiene su mercado “chino”, su verdulería, sus negocios típicos. Sin embargo, esta zona de Villa Crespo, dos cuadras de Honorio Pueyrredon, tiene un asunto especial. Existe un mito, tal vez una realidad, de que un jueves al mes se juntan los machos notables del barrio. El dueño del taller mecánico de Tres Arroyos, el dueño de un mercado barrial, el dueño de un resto, de una parrilla y otros que su anonimato no me permiten conocer.

Desde el mismo instante en que me anoticié de ese evento, quiero formar parte de él, aunque sea una sola vez. Juan, el esposo de una amiga de Lau, hizo bien la tarea y fue parte. Sus palabras sobre el evento aturden, llenan de envidia. Obviamente, intento hacer mi tarea. Como auto no tengo y mucha grasa no corrió por mis manos, uso mi mejor arma: el helado.

“Ma y Pa”, el mercadito del barrio, es una institución respetada y amada por los vecinos. Sus dueños son dos personas de origen coreano. El nombre del local responde a que llaman a todos los compradores de la misma forma: “Ma y Pa”. Nosotros, consumidores, los adoptamos como parientes y también les decimos: “Hola Pa, Hola Ma”- (le tendré que decir algo el día del Padre? Cuac). Es un placer ir a comprar ahí dado que tienen productos normales, los que se ven en todos lados más esos productitos gourmet que Pa aconseja con un amor que da ganas de comprar.

Bueno, haciendo mi tarea y en pos de conseguir ir algún día, le hago caso a todo lo que me recomienda, sean vinos, snacks de su país de origen o helados. Los ahora famosos helados Melona.

Obviamente, cada vez que voy le hago algún chiste sobre los fan que me hizo de sus helados- aunque es una verdad sustancial, es también una verdad utilitaria-.

Así conocí los helados Melona y así no pude dejar de comprarlos cuando la noche no amerita salir ni pedir. Los gustos son variados, entre otros: una masa con dos tapas en forma de pez con helado y porotos dulces en el medio, sándwich helados con Oreos, palitos de crema frutal en sus diferentes sabores (melón, banana, frutilla y mango) y más.

Los palitos frutales son simplemente perfectos, muchísimo mejor que los argentinos. Las frutas son representadas en esa barita helado de forma casi original. Se convirtieron en un vicio, tanto para mí como para Laura.

El de porotos, qué decir, un gusto raro, no me sentía bien del todo de comerlo. Cuando lo hacía, me preguntaba si estaba bien comer porotos dulces con helado y encima traídos de tan lejos. El comercio internacional me asombra porque aún no me descompuse, aunque claro lo esperaba.

Hoy, me dieron ganas de comentar mi experiencia de helados coreanos por una simple razón, recién volví de ahí y compré dos helados para disfrutar esta noche de lluvia y cenizas.

lunes, 6 de junio de 2011

Amigos, Abuela Goye y Cariló


Siempre recordé Pinamar como una Ciudad Helado. Es la primera vez que fui en invierno, nunca antes. Había ido un par de veces, siempre en verano. Por eso, y obviamente porque esto lo escribo acá, tiene que ver con ese manjar que se llama Helado.

Será que en Pinamar probé Munchis? Será que ahí estuve con mis sobrinos en unas vacaciones y era la excusa perfecta para charlar con ellos mientras comíamos helado? No sé, pero ese es mi recuerdo.

Dos amigos entrañables (hace mucho que no usaba esta palabra. Creo que me gusta mucho como suena y el concepto) se casan. Con otros dos amigos-de la misma calaña- decidimos irnos de despedida de soltero a la costa. Pinamar, por esas cosas de los tiempos compartidos, fue el destino.

Volvamos al helado. El segundo día, en la Ciudad costeña estaba todo cerrado, decidimos porque uno no conocía ir a Cariló. Nuevamente al llegar, sabía lo que quería, recordaba el local de la Abuela Goye, donde estaba y qué pedir.

Nadie se bajó del auto, el frío era intenso. Me acerqué al local, entré y el olor a chocolate invitaba a comer, pero el helado no tiene competencia.

Pedí un cuarto, chocolate blanco Abuela Goye, dulce de leche con almendras bañadas en chocolate y boysenberry, una cruza de mora con frambuesa.

Todos y cada uno de ellos, de primera calidad. El dulce de leche, fue el culpable de que con HB queramos ir a Cariló todo el tiempo.

Vuelvo al auto, me subí y empezó a girar el helado, los que se casaban fueron los compañeros de la aventura. Dos placeres muy grandes, helado de primera calidad y el hard core de viaje como cuando éramos adolescentes.

Hoy de nuevo al trabajo, muchos kilos de más, felicidad y mucha comida. Con la esperanza de repetir y de llevar a Manuel (será ese nombre?) a comer helado.