viernes, 23 de mayo de 2014

Reflexión de invierno

Cuando de invierno hablo con diversas personas, no hay punto de encuentro, en general. A mi no me gusta y me contestan, es hermoso, estar tapado con frío afuera pero adentro abrigado. Aparecieron estas charlas cuando en un día de frío, pase por Cadore, campera puesta, bufanda apretada y me compré un helado. El invierno comenzó, que pena podría decir

viernes, 9 de mayo de 2014

Los jueves, un amigo y Saramago

Por estos días, una amiga, Marian Cahn, me mandó una frase de Saramago. La copio a continuación....


(...) Si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón, hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla (...)

Sin embargo, si alguien piensa que me pondré profundo y escribiré sobre las reflexiones que me lleva este párrafo, las profundas, angustiantes, contradictorias y enojosas reflexiones, se equivoca. Escribiré sobre los jueves, sobre el club del drink, sobre un amigo (Ari P) y sobre el helado.
Los jueves desde hace un año, jueves de por medio tengo un encuentro. Antes era ir a las barras de la Ciudad, probando bebidas, charlando, experimentando tragos y marcas. Luego, estos jueves se transformaron, pasaron a ser asados en mi terraza, Zacapa de por medio, mucha charla, morcilla dulce, chorizo, alguna carne marinada a la parrilla y ensaladas. Mucha charla, risa, de la nada, de todo. De los que nos rodean, de nosotros y de la inmortalidad del cangrejo.
Con Ari, siempre pedríamos helado cuando adolescentes venía a dormir todos los sábados a mi casa porque el vivía en San Isidro, pero salíamos por capital. Era como un hijo más. Incluso mis padres lo admiraban porque se levantaba a las 8,30 para ir a su casa y almorzar con su flia. Eso me costó caro a mi. En fin...vuelvo, en esos días, donde el celular no existía y Freddo cerraba sus puertas y pedidos a las 12, solíamos llamar desde un teléfono público, hacíamos el pedido y nos íbamos para mi casa, llegábamos, teníamos unos minutos y el heladero tocaba el timbre. Lo comíamos mientras jugábamos al PC Futbol. Ahora esos jueves de asado van seguidos de helado. Pero en este caso, no pedimos. Vamos caminando a Rapa Nui, a unas cuadras de donde vivo. Ayer, yo estaba en mi curso de literatura en inglés al cual mi Gran profesora y amiga me invitó a participar. Ari estaba en mi casa haciendo el asado. El encuentro estaba justificado así. Hace un par de días, luego de mensajes raros, no decían nada, no había complicidad, no había nada raro, que circulamos con el personaje del cual hablo, le mandó un mail que decía: te pasa algo? me dice no, me lo niega. Por qué me pregunta? Le contesto. No sé, tus mensajes son raros, algo te pasa. Me dice no me pasa nada malo, ni nada bueno, simplemente, algo. Quedamos en cenar y charlar sobre todo lo que dije antes. Ayer el asado. Terminamos, tomando Zacapa y antes whisky, y demás cosas....y pensamos en Rapa Nui. Nos dio fiaca, pero si pensamos en no movernos porque se haría tarde, por qué....no nos moveríamos y nos quedaríamos en donde estábamos. Nos movimos. De ahí la frase de Saramago. Los caminos siempre son largos. El camino a la heladería, siempre van acompañados de risas, de desorientación, siempre parecen más largas las cuadras. Siempre pensamos que son más cuadras que las que son. Las vueltas, muchos más cortas. Sin embargo, siempre nos animamos a empezar a caminar. No es que hay que ser un valiente, pero muchas veces cuesta. (nota mental: Ya no sé si estoy hablando del helado, pero bueno!!).
Llegamos a la heladería y pedimos tres cuartos. No había una persona más, sino que me compré dos. Uno para mi y otro para mi, pero para después. Para tener. Estaba indeciso. Pedí, Dulce de Leche mil hojas, chocolate blando con frambuesa y banana split. Gusto que en mi vida pedí pero que pensé en él por estos días, aunque no sé por qué. Ari, no recuerdo que pidió pero sé que sambayón, seguro.
El helado de Rapa Nui es perfecto. El dulce de leche, es increíble. Cremoso en su justa medida, sabroso, el chocolate amargo que acompaña perfecto la dulzura. El Chocolate blanco, mantecoso, la frambuesa ácida. La banana split, empalagosa que cumple su objetivo.
El sambayón, me gustó. No suelo pedirlo. Pero esta semana en la que me gustó el pescado, me gustó el sambayón.
La cosa es así, Rapa Nui cada vez se vuelve más perfecto y los jueves, sin lugar a duda, un clásico. Ah, Ari P. empezá a traer botellas a mi casa porque se te corta el chorro. Te lo avisé.
El helado siempre luego, de charlas sobre nada, sobre todo.

martes, 6 de mayo de 2014

Cibiana, antes de cocina, luego del diván.

Salgo de análisis. Salgo caminando, pensando, abstraído y conectado con lo que la realidad me trae. Sigo pensando en las cosas que hablé, sigo pensando, sigo pensando, no dejo de pensar. Es algo bastante típico de mi personalidad, que el pensamiento o la acción luego se vuelva un dolor o una enfermedad, Hipocondría que le llaman. Tengo que hacer tiempo para ir a mi curso de cocina que comenzaba hoy. Recordé que a más o menos ocho cuadras hay una heladería y un café que quería probar. No se trata del mismo local sino de uno que está junto al otro. Camino para ahí. Caminando, pensando, me digo a mi mismo. Voy por el café, no por el helado porque en el curso de cocina comeré y no quiero sacarme el hambre. Llego al café que se llama Birkin, sobre el cual había leído en una de esas revistas digitales que suelo leer para saber qué, dónde tomar y comer. Entro, cuando me acerco a la barra, pienso, que no quiero un café, que quiero un helado. Pienso que me da vergüenza irme así sin más. Pienso que algo tengo que hacer. Disimular algo. Me agarró la pera, miró la pizarra, hago que busco a alguien y me voy, justo cuando el bartista o hacedor de café se me está por acercar. Entró a la heladería y recuerdo que Marcelo Alegre me dijo que quería que vaya ahí y le diga qué pienso. Pido un helado chico porque pensaba en el curso de cocina. Pido Dulce de Leche con almendras (estoy abandonando sin saber por qué el granizado) y pistacho. Luego de pedirlo, le digo. Tengo ganas de sacarme el gusto, no me dejas probar el chocolate blanco?. Riéndose la chica que atiende, me dice, claro. Se acerca la cajera y para que la otra, que servía mis gustos, no se molestara, me lo dio ella. Una cuchara generosa. Pienso que es una buena compañera de trabajo. Pienso que quiero tomar el helado. Empiezo a caminar. Cuando llego a la puerta, me llama la cajera y me dice: me tenes que firmar la tarjeta. Perdón, le pido, una y mil veces. Cuando el chocolate blanco entra a mi boca, me digo a mi mismo, en voz alta. Ah, es espectacular, la rompe. Sigo probando el pistacho (gusto que en un momento cuando le poníamos gustos de helados a los partidos políticos fue denominado Proyecto Sur) y me digo, ah, sigue bien esta heladería. Terminó rápido, porque como rápido y me agarra dolor de cabeza inmediatamente (sí, soy ansioso), ese gusto  y comienzo con el dulce de leche, también muy bueno, pero para mi gusto, peor que los anteriores.
Salgo y al llegar a la esquina, no tenía más el helado. Agarró el tel y le escribo a Marcelo, diciéndole: te envidio por estar cerca de Birkin y de esta heladería que se llama: Cibiana.
Sigo caminando, me tomo el colectivo y voy al curso de cocina. Me digo, fue el comentario con todos los que hablé al respecto, que estaba seguro que tendría mil platos con pescado, mariscos, etc. cosas que no como, aunque hago el intento que me gusten. Llego a la Cocina Discreta, resto de puertas adentro donde tomo el curso, y el cheff copado él, me dice: hoy comemos todo con pescado. Mi cara habrá dicho todo. Me dice, qué pasa? Le digo, no me gusta el pescado ni nada parecido pero hoy lo voy a comer con gusto. Voy a hacer el intento. Hicimos langostinos con salsa de mango, marinados en aceite de oliva y cilantro. Salmón blanco con risotto de cebada y un rico postre con castañas caramelizadas. Probé y me gustó. Comí un langostino y un pedacito de salmón.
Pensaba que el postre no me importaba, que para mi era más feliz un rico helado que todo lo que habíamos hecho. Claro que no dije nada. Luego, me encontré con amigos que estaban en una parrilla, tomé vino con ellos y ahora en casa. Volveré a esa heladería cada martes antes de cocina y luego de análisis. El diván hay que refrescarlo. Luis (mi analista), hace lo suyo para contribuir a la cura o disminución de mi neurosis pero el helado puede contribuir bastante.
Ahora lo sé, todos los martes, un gusto diferente y a cocinar se ha dicho.
Volví al blog, luego de mucho, volví al blog con olor a pescado en mi camisa nueva (algún día contaré porque compré esa camisa pero en resumen, no tuve la valentía que en Birkin y terminé preguntando por una camisa en un local que no quería comprar nada pero terminé con una camisa).